domingo, 9 de noviembre de 2008

De uña y mugre



Los inseparables, amable lector, son aquellos personajes o cosas que no se pueden disociar; que no se pueden reconocer el uno sin el otro; que, de sólo pensar en uno, recordamos al otro, como su hermano, su pareja sentimental, su mejor amigo. Aquel al que uno se refiere como «mi pana», «mi amor», «mi hermano», «mi funda», «mi media naranja».

También son inseparables esos artículos que únicamente se pueden usar en pareja, como el control remoto y la televisión. Y es que las parejas inseparables son todas las que tienen algo que compartir, a las que ya nada puede separar, ésas que son como uña y mugre.

Quién mejor que Sherlock Holmes y Watson: el gran investigador y el doctor que le escuchaba y auxiliaba en los casos más difíciles; ambos se conocían a la perfección, casi como Sancho Panza y Don Quijote, inigualable pareja de la literatura española. Los primeros surgieron de la pluma de Sir Arthur Conan Doyle; los otros, de la de Miguel de Cervantes Saavedra. Por obvias razones, no se podrían comparar literariamente, pero las dos parejas eran verdaderamente inseparables: cada uno con su cada cual recorrían lo mismo mundos imaginarios que las calles de Londres, y la fidelidad es característica tanto de Sancho como de Watson.

Otros inseparables con referencia bibliográfica son Hansel y Gretel —¿o ya olvidó que dejando migajas de pan en el bosque puede regresar a casa?—. Por confiados, cayeron en las garras de la «bruja comeniños», pero lo inolvidable de este cuento es la casa hecha de golosinas sólo para el par de desobedientes angelitos.

Parejitas con referencias bíblicas hay para regalar. Cómo olvidar que la traicionera Dalila rapó a su conquista, el fortachón Sansón. Otros que ni amigos eran, pero que tampoco pueden separarse, son David y Goliat; el clásico antagonismo entre el gigante de fuerza inconmensurable y el desvalido que, finalmente, lo vence. Y, ¿cómo dejar de lado a los primeros en ser creados —según la fe judeocristiana—: Adán y Eva y sus vástagos Caín y Abel? No faltará quien diga que ellos ni pareja eran; bueno, que ni se querían, pero, ¿cómo zafarse el uno del otro si eran los únicos en la Tierra?

En esto de los que están terminantemente vinculados es indispensable mencionar a Romeo y Julieta, envueltos en un amor imposible que culminó en tragedia, pero que hemos visto cientos de veces como ejemplo máximo del amor imposible. Y en esa misma desafortunada situación —la del mal de amores— encontramos a Tristán e Isolda, Dante y Beatriz, Abelardo y Eloísa y Lancelot y Ginebra.

Y hablando de creaciones literarias, ¿qué le parece este par de maestros de la literatura: Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges? A cuatro manos crearon un compendio literario imprescindible: La antología de la literatura fantástica, El libro del Cielo y el Infierno y los guiones de cine Los orilleros y El paraíso de los creyentes, entre muchas otras obras. Amigos desde siempre y unidos por su pasión literaria, son el mejor ejemplo de cuán inseparable es el conocimiento. Estos maestros hicieron florecer su talento a la par, al punto de ser una sola persona: H. Bustos Domecq, un seudónimo santafecino con el que firmaban trabajos conjuntos; al igual que B. Lynch Davis, que unía la B de Borges y Bioy con los apellidos de sus antepasados. Otra pareja de intelectuales que tenemos que mencionar es la formada por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, que estuvieron juntos desde que se conocieron.

Las parejas del séptimo arte no se quedan atrás y las hay muy diversas: están, por ejemplo, los inseparables Federico Fellini, director de cine italiano, y la actriz Giulietta Masina; o los inolvidables y siempre imitados ladrones enamorados Bonnie y Clyde, que van dejando tras de sí múltiples robos y asesinatos. ¿Cómo olvidar a los infaltables robots R2D2 y C3PO de la saga de Star Wars; a los clásicos del cine silente El Gordo y El Flaco, quienes inmortalizaran los chistes en pareja. También son inolvidables Tin Tan y Marcelo, así como los afamados Shrek y Burro, de graciosas aventuras recientes.

Inseparables son, además, esos artículos que no se pueden emplear sin compañía. Ahí tenemos al tornillo y la tuerca, la aguja y el hilo, porque no hay dos sin tres; como si esto fuera poco, también están el papel y el lápiz, el llavero y la llave, el clavo y el martillo, el ojal y el botón, el pizarrón y el gis, el dedo y el anillo, el arco y el violín.

No podemos pasar por alto a los que se disfrutan más cuando están juntos, como el ron y el refresco de cola, el whisky y el hielo, o el café y el Coffe-Mate; de hecho, mate en inglés tiene varios sentidos: «compañero», «ayudante», «amigo», «chico o chica», «carnal», «tío», «pareja sentimental» y, como verbo, significa «aparearse». Por eso, los inseparables no son sólo amantes o eternos enamorados, sino esas cosas que nos permiten disfrutar más la vida cuando están juntas, como la sopa y la cuchara o el arroz con habichuelas.

En las caricaturas, la cosa no es distinta, porque los personajes más entrañables vienen por pares, como el Correcaminos y el Coyote; los nada caricaturescos, pero sí encantadores y divertidos, muppets Beto y Enrique; el dúo dinámico: Batman y Robin —que también figura en el cine y series de TV—, dispuesto a salvar a Ciudad Gótica, enfundado en unas mallas entalladas que dieron mucho de qué hablar, igual que el señor Burns y su fiel Smithers. Sin duda los hay más tiernos, como Charlie Brown y Snoopy, ejemplo de la encantadora relación entre mascota y dueño; Pablo Mármol y Pedro Picapiedra, amigos de la prehistoria; Asterix y Obelix, par de guerreros galos cuyo menú favorito es el jabalí asado con vino.

No olvidemos a los que están necesariamente juntos: el cigarro y el fuego, la botella de vino y el indispensable sacacorchos, y aquellos con quienes probablemente se ha topado alguna vez: la divertida borrachera y la sufrida resaca.

Todos ellos son inseparables, porque no pueden dejarse, no quieren vivir sin su par, están en la mente de todos de dos en dos; y porque, para disfrutar el mundo, hay que encontrar nuestra media naranja, ya sea para compartir, ya para vivir.

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