domingo, 9 de noviembre de 2008

Woody Allen



«Soy un heterosexual practicante; sin embargo, la bisexualidad te duplica inmediatamente las oportunidades de una cita un sábado por la noche.»

-Woody Allen

Escribir un artículo sobre Woody Allen resulta ser una tarea más que difícil. Primero, porque se ha escrito todo —o casi todo— acerca de su vida y de su filmografía. Se han citado en libros y revistas muchas de sus «frases célebres», en las que engloba su filosofía de vida y forma de ver el mundo, y, de la misma manera, se ha hablado de su influencia sobre el cine contemporáneo. La cantidad de estudiosos que, cautivados por su personalidad y creatividad, han escrito ensayos acerca de su estilo y sus perturbaciones, es incalculable.

La segunda dificultad aparece ante el hecho de que, por respeto a este blog y a mi profesión, se requiere de un enorme esfuerzo para que no se note cualquier tipo de desenfrenada admiración que pueda sentir por él.

La tercera dificultad —la más grave— se presenta al tratar de escoger el tratamiento que se le debe dar a un ensayo corto sobre un personaje como él.

«El sexo sólo es sucio si se hace bien.»

Bien podría decidir escribir un documento biográfico, con datos, fechas, nombres de películas, premios, reconocimientos, datos simpáticos, hobbies y cosas así, pero no lo creo necesario, ya que hay más de seis biografías autorizadas de él y otras tantas no autorizadas, así como 49 libros y 558 sitios —contados— en Internet; además de que describirlo como persona resultaría un reto, ya que él mismo se ha definido como un ser «fuera de foco»; paranoico, libidinoso, vulgar, envidioso, culto, crítico, demoníaco y genial: «…soy lo suficientemente feo y suficientemente chaparro para triunfar por mí mismo».

«Mis padres no solían pegarme; lo hicieron una sola vez, empezaron en febrero de 1940 y terminaron en mayo de 1943.»

Por otro lado, me niego completamente a meterme en su vida privada. ¿Para qué? Todo el mundo ya sabe que se casó en 1954 con Marlene Rosen, de la cual se divorció en 1960; después con Louise Lasser, con la que estuvo casado de 1964 a 1969. Se sabe también de su larga y fructífera relación sentimental y profesional con Diane Keaton durante toda la década de los años 70; así como de su estable relación —aunque nunca se casaron— con Mia Farrow. Quizá sería interesante decir que tiene cuatro hijos: Satchel y dos hijos adoptivos, Moses y Dylan, con Mia Farrow, y una última niña fruto de su matrimonio con Soon-Yi Previn —quien pasó de ser su hijastra, a esposa y madre de su hija.

«Me gusta leer pornografía en Braille.»

Anécdotas simpáticas habría miles, como por ejemplo, que Allen no ve nunca sus películas después de estrenadas; que reprobó el primer semestre de guionismo en la Universidad de Nueva York; y que durante años nunca asistió a los premios de la Academia porque éstos tenían lugar los lunes, y esa noche él toca el clarinete en un bar de Manhattan con su banda de jazz.

«No creo en una vida posterior, pero, por si acaso, ya me cambié de ropa interior.»

Quizás entonces debería hablar de sus personajes, algunos, únicos e irrepetibles. Adentrarme, por ejemplo, en Zelig (1983), un camaleón humano que tiene la habilidad de tomar la forma y los rasgos de otras personas, o podría analizar sus tramas, tan complejas como la de Crimes and Misdemeanors,(1) pero eso sólo resultaría interesante y provechoso para quienes han visto estas películas, y varias veces.

«La última vez que estuve dentro de una mujer fue cuando visité la estatua de la Libertad.»

Podría hacer un resumen de sus mejores películas, como: Hannah and Her Sisters, Midsummer Night’s Sex Comedy, Love and Death, Play It Again Sam, Bananas, Manhattan Murder Mystery, Husbands and Wives y Shadows and Fog (2); y, para terminar, narraría el genial segmento de una trilogía en donde Allen aparece luchando contra su vida insoportable, ya que su complejo de Edipo es tan grande que su madre inunda los cielos de Nueva York en New York Stories(3), Oedipus Wrecks, pero aun así, no sería suficiente.

«El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.»

Otro tratamiento puede ser un simple homenaje resaltando su capacidad como director, guionista, productor y actor al mismo tiempo. Daría yo datos sueltos en donde sólo la cifra sería impresionante: 34 películas como guionista; 36 como director; 39 como actor, una como compositor: Sleeper (4), y, para que se desmayaran, diría que en 34 de ellas ha sido las tres cosas al mismo tiempo —guionista, director y actor.

«Las mujeres más lindas resultan casi siempre las más aburridas, y ésa es la causa de que muchas personas no crean en Dios.»

Podría contarles que a Allen no le gustan los premios, ni los reconocimientos, ni la fama; a pesar de ello, alcanzó el reconocimiento mundial con su caracterización de Alvy, en Annie Hall (5). Su actuación logró la nominación de la Academia, aunque sólo ganó Oscars® como director y guionista, mientras que Diane Keaton lo hizo como mejor actriz; además, ha sido nominado en otras 17 ocasiones.

«Yo sufría de incontinencia cuando era pequeño, y, como solía dormir con una manta eléctrica, estaba continuamente electrocutándome.»

Y que tiene, además, 33 premios internacionales, que incluyen premios en: Berlín, Globos de Oro, New York Critics, Guild of America, BAFTA, Los Angeles Film Critics, National Society of Film Critics, Venecia y Cannes, entre otros, así como el reconocimiento especial Príncipe de Asturias.

«Cuando escucho a Wagner durante más de media hora me dan ganas de invadir Polonia.»

Pero, sin duda, lo mejor sería hablar de él y de su personalidad; por ejemplo, que toca el clarinete con su ahora llamada Woody Allen New Orleans Jazz Band todos los lunes por la noche, a las 8:30 p.m. en punto, en The Carlyle, Madison Avenue and 76th. Nueva York, N. Y. El teléfono para hacer la reservación es 1 (212) 570-7189.

«Hoy soy una estrella. ¿Qué seré mañana? ¿Un hoyo negro?»

¡Qué difícil es hablar de él!, decir en tan pocas palabras todo lo que ha logrado, entender su vida y escoger sus mejores frases o hacer un análisis serio para justificar que es uno de los grandes.

Quizá solamente diré que este genio del cine mundial no nació en 1935, como dicen las biografías, sino en 1952, el día en que Allen Stewart Konigsberg decidió cambiarse el nombre por: Woody Allen.



(1) Crímenes y pecados (1989). En ella trata de comprobar que Dios no existe al contar una historia en la que al bueno siempre la mal y al malo bien.

(2) Hannah y sus hermanas (1986), Comedia sexual de una noche de verano (1982), La última gran noche de Boris Grushenko (1975), Sueños de un seductor (1972), Bananas (1971), Misterioso asesinato en Manhattan (1993), Maridos y esposas (1992), Sombras y Niebla (1992).

(3) Historias de Nueva York (1989).

(4) El dormilón (1973).

(5) Dos extraños amantes (1977).

De uña y mugre



Los inseparables, amable lector, son aquellos personajes o cosas que no se pueden disociar; que no se pueden reconocer el uno sin el otro; que, de sólo pensar en uno, recordamos al otro, como su hermano, su pareja sentimental, su mejor amigo. Aquel al que uno se refiere como «mi pana», «mi amor», «mi hermano», «mi funda», «mi media naranja».

También son inseparables esos artículos que únicamente se pueden usar en pareja, como el control remoto y la televisión. Y es que las parejas inseparables son todas las que tienen algo que compartir, a las que ya nada puede separar, ésas que son como uña y mugre.

Quién mejor que Sherlock Holmes y Watson: el gran investigador y el doctor que le escuchaba y auxiliaba en los casos más difíciles; ambos se conocían a la perfección, casi como Sancho Panza y Don Quijote, inigualable pareja de la literatura española. Los primeros surgieron de la pluma de Sir Arthur Conan Doyle; los otros, de la de Miguel de Cervantes Saavedra. Por obvias razones, no se podrían comparar literariamente, pero las dos parejas eran verdaderamente inseparables: cada uno con su cada cual recorrían lo mismo mundos imaginarios que las calles de Londres, y la fidelidad es característica tanto de Sancho como de Watson.

Otros inseparables con referencia bibliográfica son Hansel y Gretel —¿o ya olvidó que dejando migajas de pan en el bosque puede regresar a casa?—. Por confiados, cayeron en las garras de la «bruja comeniños», pero lo inolvidable de este cuento es la casa hecha de golosinas sólo para el par de desobedientes angelitos.

Parejitas con referencias bíblicas hay para regalar. Cómo olvidar que la traicionera Dalila rapó a su conquista, el fortachón Sansón. Otros que ni amigos eran, pero que tampoco pueden separarse, son David y Goliat; el clásico antagonismo entre el gigante de fuerza inconmensurable y el desvalido que, finalmente, lo vence. Y, ¿cómo dejar de lado a los primeros en ser creados —según la fe judeocristiana—: Adán y Eva y sus vástagos Caín y Abel? No faltará quien diga que ellos ni pareja eran; bueno, que ni se querían, pero, ¿cómo zafarse el uno del otro si eran los únicos en la Tierra?

En esto de los que están terminantemente vinculados es indispensable mencionar a Romeo y Julieta, envueltos en un amor imposible que culminó en tragedia, pero que hemos visto cientos de veces como ejemplo máximo del amor imposible. Y en esa misma desafortunada situación —la del mal de amores— encontramos a Tristán e Isolda, Dante y Beatriz, Abelardo y Eloísa y Lancelot y Ginebra.

Y hablando de creaciones literarias, ¿qué le parece este par de maestros de la literatura: Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges? A cuatro manos crearon un compendio literario imprescindible: La antología de la literatura fantástica, El libro del Cielo y el Infierno y los guiones de cine Los orilleros y El paraíso de los creyentes, entre muchas otras obras. Amigos desde siempre y unidos por su pasión literaria, son el mejor ejemplo de cuán inseparable es el conocimiento. Estos maestros hicieron florecer su talento a la par, al punto de ser una sola persona: H. Bustos Domecq, un seudónimo santafecino con el que firmaban trabajos conjuntos; al igual que B. Lynch Davis, que unía la B de Borges y Bioy con los apellidos de sus antepasados. Otra pareja de intelectuales que tenemos que mencionar es la formada por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, que estuvieron juntos desde que se conocieron.

Las parejas del séptimo arte no se quedan atrás y las hay muy diversas: están, por ejemplo, los inseparables Federico Fellini, director de cine italiano, y la actriz Giulietta Masina; o los inolvidables y siempre imitados ladrones enamorados Bonnie y Clyde, que van dejando tras de sí múltiples robos y asesinatos. ¿Cómo olvidar a los infaltables robots R2D2 y C3PO de la saga de Star Wars; a los clásicos del cine silente El Gordo y El Flaco, quienes inmortalizaran los chistes en pareja. También son inolvidables Tin Tan y Marcelo, así como los afamados Shrek y Burro, de graciosas aventuras recientes.

Inseparables son, además, esos artículos que no se pueden emplear sin compañía. Ahí tenemos al tornillo y la tuerca, la aguja y el hilo, porque no hay dos sin tres; como si esto fuera poco, también están el papel y el lápiz, el llavero y la llave, el clavo y el martillo, el ojal y el botón, el pizarrón y el gis, el dedo y el anillo, el arco y el violín.

No podemos pasar por alto a los que se disfrutan más cuando están juntos, como el ron y el refresco de cola, el whisky y el hielo, o el café y el Coffe-Mate; de hecho, mate en inglés tiene varios sentidos: «compañero», «ayudante», «amigo», «chico o chica», «carnal», «tío», «pareja sentimental» y, como verbo, significa «aparearse». Por eso, los inseparables no son sólo amantes o eternos enamorados, sino esas cosas que nos permiten disfrutar más la vida cuando están juntas, como la sopa y la cuchara o el arroz con habichuelas.

En las caricaturas, la cosa no es distinta, porque los personajes más entrañables vienen por pares, como el Correcaminos y el Coyote; los nada caricaturescos, pero sí encantadores y divertidos, muppets Beto y Enrique; el dúo dinámico: Batman y Robin —que también figura en el cine y series de TV—, dispuesto a salvar a Ciudad Gótica, enfundado en unas mallas entalladas que dieron mucho de qué hablar, igual que el señor Burns y su fiel Smithers. Sin duda los hay más tiernos, como Charlie Brown y Snoopy, ejemplo de la encantadora relación entre mascota y dueño; Pablo Mármol y Pedro Picapiedra, amigos de la prehistoria; Asterix y Obelix, par de guerreros galos cuyo menú favorito es el jabalí asado con vino.

No olvidemos a los que están necesariamente juntos: el cigarro y el fuego, la botella de vino y el indispensable sacacorchos, y aquellos con quienes probablemente se ha topado alguna vez: la divertida borrachera y la sufrida resaca.

Todos ellos son inseparables, porque no pueden dejarse, no quieren vivir sin su par, están en la mente de todos de dos en dos; y porque, para disfrutar el mundo, hay que encontrar nuestra media naranja, ya sea para compartir, ya para vivir.