miércoles, 1 de diciembre de 2010

¡Por fin! El absenta

En una licorería de Praga, sobre un estante lleno de botellas que contienen un liquido verde, se lee la siguiente advertencia: “Droga neurológica”, y las botellas llevan, en una etiqueta con tipografía al estilo del art nouveau, grabada de la palabra Absinth.

En el amplio e inquietante mundo de las bebidas alcohólicas, el absenta es quizás la más misteriosa de todas. Esta mítica poción que cautivó el corazón de los artistas decimonónicos está rodeada de historias llenas de arte, excesos, neurosis, crímenes, suicidios y prohibición. Fueron sus tonos verde esmeralda los que la dieron a conocer cariñosamente como la Fée Verte –“El hada verde”-, pero son culpables sus efectos de que artistas como Poe, Van Gogh, Rimbaud y Verlaine, Wilde, Toulouse-Lautrec y el mismo Picasso dedicaran algunas de sus obras a esta “musa verde”.

El absenta es un licor destilado de hierbas, como la menta, anís, angélica y ajenjo mezclado con sustancias como el metanol –alcohol de madera. El ajenjo –Artemisa Absinthium- es la sustancia de mayor presencia, la responsable de su sabor y la portadora de los tuyones, componentes activos que hacen de ésta una bebida tan peculiar. Aunque es comúnmente aceptado que son estos tuyones los responsables de sus efectos secundarios, lo cierto es que mucho del legendario efecto se debe a la enorme cantidad de alcohol que contiene –entre 45% y 70%- y a la mezcla de hierbas.

El misticismo involucraba también un ritual al beberlo: en una pequeña cuchara –como las de café- con agujeros en forma de encaje sobre un vaso lleno de absenta se colocaba un pequeño cubo de azúcar sobre el cual se vertía lentamente un chorro de agua helada que se deslizaba hasta mezclarse con el líquido verde. El azúcar ayuda a contrarrestar la amargura, mientras que el licor, al contacto con el agua, adquiere un color lechoso verde blancuzco, provocado por la evaporación de algunos de los aceites vegetales que contiene la sustancia. Este proceso de lento nublamiento, que ayudó a llenar de connotaciones mágicas las historias de la bebida, es comúnmente llamado “louche” o “palomita” en España.

Sin embargo, antes de convertirse en una bebida tan popular, el ajenjo –un arbusto silvestre de flor amarilla muy aromática que crece en Europa, el norte de África y el oeste de Asia- era conocido en la Antigüedad no por sus efectos alucinantes, sino por sus propiedades medicinales. Existen algunas referencias de ello en la Biblia, en papiros egipcios y en algunos textos sirios; los griegos, por su parte, hacían uso común de ella por sus cualidades febrífugas, antisépticas y diuréticas, además de ser un antídoto para el veneno de la cicuta. Es muy probable que el nombre absinth –ajenjo en francés- derive del griego apsinthion, “intomable”, puesto que la hierba se ingería en infusiones de insoportable amargura. Las primeras bebidas que contenían ajenjo eran una simple mezcla de la hierba con vino, que, poco a poco, se fermentaba.

Pero no fue sino hasta finales del siglo XVIII cuando un farmacéutico francés expatriado a Suiza, Pierre Ordinaire, inventó lo que él llamó “extrait d’absinthe”, un extracto de la hierba que era útil para poder ingerir la misma sin sufrir los estragos de su sabor. La mezcla, que tenía alto grado de alcohol y un sabor parecido a otros licores, comenzó a adquirir popularidad entre los pacientes del doctor Ordinaire, y en 1792 el francés Henri-Luis Pernod compró los secretos de la destilación y la manufactura para comerciar con lo que se convertiría en el aperitivo favorito de los franceses de la fin-de-siècle.

En poco tiempo, esta poción verde se apoderó del gusto de todas las clases sociales y, desde los cafés parisinos hasta las tabernas inglesas, los comensales estaban dispuestos a alargar la sobremesa con tal de poder disfrutar de los efectos de “El hada verde”. El consumo de esta bebida se hizo tan común como aperitivo, que los parisinos movieron la hora de la cena, que se hacía entre las 6 y las 6:30 hasta las 7:00pm, costumbre que llevó a los dueños de algunos teatros a quejarse de la impuntualidad de los espectadores. Su auge llegó con la publicidad que los artistas románticos, impresionistas y modernistas le dieron: desde Rimbaud hasta Rubén Darío, muchos fueron los artistas que le dedicaron algún fragmento de su obra; ya a finales del siglo XIX se consumían dos millones de litros anuales tan sólo en Francia.

Sin embargo, el encanto de sus efectos y su frecuente relación con crímenes y alucinaciones llamó la atención de grupos prohibicionistas que probablemente tuviesen intereses más económicos que sociales. Las pérdidas monetarias de algunos productores de vino y otros licores estaban sufriendo, aunadas a algunos casos de asesinato en los que el victimario se relacionaba con el consumo de absenta, impulsaron una serie de investigaciones científicas con intereses específicos, realizadas en animales, que ayudaron a desprestigiar la bebida, adjudicándole a los tuyones la responsabilidad de provocar un daño considerable al sistema nervioso.

No pasó mucho tiempo, y en 1905, Bélgica fue el primer país en prohibir la producción, comercialización, distribución e importación del absenta. A este país le siguieron Suiza en 1908 y, finalmente, Francia en 1915. Los únicos que mantuvieron su producción y comercialización hasta el día de hoy de manera legal fueron la República Checa y España.

Aunque anteriormente se culpaba al tuyón por los efectos secundarios y comportamientos de la bebida, lo cierto es que los casos de alucinaciones y comportamientos violentos tenían más que ver con los agentes tóxicos que algunos productores añadían para crear el efecto louche o para darle el clásico color verde. Tanto estas sustancias como las sales de cobre, junto con las grandes cantidades de alcohol que contenía, son los generadores de la falsa creencia popular de que el absenta es una droga similar a la marihuana. A pesar de que los aceites esenciales del ajenjo, con altos contenidos de tuyón, son tan extremadamente tóxicos que pueden causar desórdenes renales e incluso la muerte, la dosis presente en el líquido producto de la destilación es inofensiva. Lo cierto es que, si a usted, querido lector, se le ocurre ingerir más de diez vasos al día de una bebida con 70% de alcohol, contaminada con metales tóxicos, es probable que pueda sufrir de los llamados “efectos secundarios” –que no son muy distintos de los del alcoholismo común.

A pesar de que no hay evidencia de la relación del ajenjo con los efectos nocivos o secundarios de la absenta y de que el estado de alerta anímica que provoca está más relacionado con la mezcla de hierbas y altos porcentajes de alcohol, hoy en día la producción de esta bebida está regulada en la mayoría de los países europeos, que restringen la cantidad de ajenjo a 10mg/l, con lo que se demuestra que ducha sustancia sigue siendo sobrevaluada. Por esto no resulta extraño encontrar en la red sitios en los que se explica cómo hacer una versión casera de “El hada verde”, que no busca igualar su característico sabor, sino altear los estados de la conciencia ingiriendo un líquido verde con un sabor muy parecido a un desinfectante de baños. La intención es tan ilusa como querer hacer un whisky puro de malta de nuestra cocina.

Cada día resulta más fácil encontrar botellas que contengan un líquido verde o verde azulado etiquetadas como “Absinth” o “Absenta”. Sin embargo, son muy pocas las marcas que producen un absenta siguiendo los métodos y las recetas tradicionales, y las que lo hacen, se distinguen por lo inaccesible de sus precios.

El renacimiento de esa bebida en los últimos años ha tomado fuerza en la ignorancia, construyendo un placebo en el que dejarse llevar por la magia de “El hada verde” se traduce en una borrachera inigualable. Sin embargo, no podemos olvidar que entre el mito y la verdad, entre la magua y la ciencia, el absenta es ahora el símbolo de las luchas entre la razón del positivismo y la pasión de los románticos, de una época en que las vanguardias, los imperialismos, la industrialización y la sospecha abrieron el paso a la posmodernidad.

Los fuegos de Marguerite


“¡Que insípido hubiera sido ser feliz!”
M.Y.

Marguerite Youcenar es a la literatura de habla francesa lo que Borges es a la literatura de habla hispana: un escritor (a) erudito(a) que plasma en su literatura –de una manera única y con manejo del lenguaje soberbio- todas y cada una de sus obsesiones –las más íntimas, las más lejanas, las más recónditas. En la de él: los espejos, los tigres, la antigüedad sajona, los laberintos, la literatura inglesa y el amor imposible. En la de ella: la antigüedad helénica y latina, su mitología, la fascinación por el oriente, el renacimiento, la mujer y el amor contrariado. Ambos eran hijos únicos y fueron educados por padres eruditos, cuya cultura los permeó en lo más hondo; tenían también un lazo muy especial con sus antepasados y a ninguno de los dos se les concedió el Nobel –cuando ésta por demás decir que su obra es mucho más trascendental que la de muchos escritores que lo han recibido.

Estos dos íconos de la literatura se encontraron en Ginebra en 1986 –seis días antes de la muerte de Borges- y es bien conocida la anécdota en la que ella le preguntó: “Borges, ¿Cuándo saldrás del laberinto?”, y él le respondió: “Cuando hayan salido todos”.

Marguerite Antoinette Jeane Marie Ghislane Cleenewerck de Crayencour nació el 8 de junio de 1903 en Bruselas, hija de un aristócrata francés que devendría en diplomático y de Fernande de Cartier de Marchienne, una joven de una familia acomodada belga, que moriría de fiebre puerperal once días después del nacimiento de su hija. Pasó su infancia en un castillo propiedad de la familia de su padre, estudiando, leyendo y empezando a amar a los libros. En su juventud vivió en París y viajó por Europa acrecentando su cultura y su gusto por los clásicos. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se instaló junto con su compañera Grace Frick –americana, que sería la traductora de su obra al inglés- en los Estados Unidos, donde dio clases y donde publicó, entre otras, dos de sus obras maestras. Una es Memorias de Adriano, una novela que tardó en preparar 15 años y que vio la luz en 1951, en la cual “revive el más ilustrado de los emperadores romanos poniéndolo a escribir una larga epístola de despedida como testamento espiritual a su sucesor”. Se trata de una perfecta meditación del hombre sobre sí mismo, sobre el amor y sobre la muerte. La otra es Opus Nigrum –la obra en negro-, novela que publicó en 1965, en la que recrea el mundo ecléctico del Renacimiento y cuyo protagonista es el médico, filósofo y alquimista Zenón, quien sintetiza la conciencia científica y agnóstica del humanismo y el espíritu subversivo de las ciencias ocultas del Medioevo.

Ambas novelas son imprescindibles, como también lo son los dos tomos donde publicó sus detalladas y sabrosas memorias de familia, historias de tíos, ancestros, castillos y fortunas perdidas: Recordatorios (1974) y Archivos del norte (1977).

Poeta, traductora, historiadora, crítica literaria y novelista, Marguerite Yourcenar –se ha dicho hasta el hartazgo que fue la primera mujer en ingresar en L’Academie Française- murió a los 84 años, en Maine, E.U., su segundo hogar, y hoy por hoy, ocupa un lugar preponderante en la literatura contemporánea en la que no importa ni género, ni origen, ni nacionalidad.

Entre su poesía, sus cuentos y sus novelas, encontramos un pequeño librito, producto del amor y el enamoramiento, que denominó Fuegos y que escribió en 1935 –a sus 32 años- después de una desafortunada experiencia pasional; en ella alternan unos relatos sobre mitos clásicos con una serie de notas breves sobre pasión amorosa. “Ciertos pasajes me parecen contener hoy unas verdades entrevistas muy pronto, pero que después habrán requerido toda una vida para tratar de hallarlas y autentificarlas” –nos dice Yourcenar en el prólogo de este libro, del cual les reproduzco unos fragmentos para los lectores de Tu Mamá Me Mima:

“Espero que este libro no sea leído jamás.

El admirable Pablo se equivocó. (Me refiero al gran sofista, no al predicador.) Para todo pensamiento, para todo amor que entregado a sí mismo empieza a desfallecer, existe un reconstituyente singularmente enérgico que es todo el resto del mundo que a él se opone y que no vale tanto como él.

Soledad… Yo no creo como ellos creen, no vivo como ellos viven, no amo como ellos aman… Moriré como ellos mueren.

El alcohol desembriaga. Después de beber unos sorbitos de cognac, ya no pienso en ti.

En el avión, cerca de ti, ya no le tengo miedo al peligro. Uno sólo muere cuando está solo.

No hay amor infeliz: sólo se tiene lo que no se tiene. No hay amor feliz: lo que se tiene ya no se tiene.

No hay nada que temer. He tocado fondo. No puedo caer más bajo que tu corazón.

¿A dónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti.

Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas de la anatomía y al mostrador del carnicero. Yo prefiero tu cuerpo.

El flujo y el reflujo del sueño me hacen dar vueltas, a pesar mío, en esta playa de batista. A cada momento, mis rodillas tropiezan con tu recuerdo. El frío me despierta, como si me hubiera acostado con un muerto.

Soporto tus defectos. Uno se resigna a los defectos de Dios. Soporto tu ausencia. Uno se resigna a la ausencia de Dios.

Un niño es un rehén. La vida nos tiene atrapados.

No tengo miedo a los espectros. Sólo son terribles los vivos, porque poseen un cuerpo.

No hay amores estériles. Y es inútil tomar precauciones. Cuando te dejo, llevo dentro de mí el dolor, como una especie de hijo horrible.

Amar con los ojos cerrados es amar como un ciego. Amar con los ojos abiertos tal vez sea amar como un loco: es aceptarlo todo apasionadamente. Yo te amo como una loca.

Aún me queda una sucia esperanza. Cuento, a pesar mío, con una solución de continuidad del instinto: lo equivalente, en la vida del corazón, al acto del distraído que se equivoca de nombres y de puertas. Te deseo con horror una traición de Camilo, un fracaso junto a Claudio y un escándalo que te aleje de Hipólito. No me importa cuál sea el paso en falso que te haga caer sobre mi cuerpo.

Un dios que quiere que yo viva te ha ordenado que dejes de amarme. No soporto bien la felicidad. Falta de costumbre. En tus brazos, lo único que yo podía hacer era morir.

Cuando vuelvo a verte, todo se torna límpido. Acepto sufrir.

Se dice loco de alegría, también podría decirse cuerdo de dolor.

Poseer es lo mismo que conocer: la Escrituras siempre tienen la razón. El amor es brujo: sabe los secretos; es un zahorí: conoce los manantiales. La indiferencia es tuerta; el odio es ciego; ambos tropiezan uno al lado del otro y caen en la fosa del desprecio. La indiferencia ignora; el amor sabe; deletra la carne. Hay que gozar de un ser para tener la ocasión de contemplarlo desnudo. Ha sido preciso que yo te ame para llegar a comprender que el más mediocre o el peor de los seres humanos es digno de inspirar allá arriba el sacrificio Dios.

El amor es un castigo. Somos castigados por no haber podido quedarnos solos.

¿Miedo de nada? Tengo miedo de ti.

No me mataré… se olvidan tan pronto los muertos.”