jueves, 3 de febrero de 2011

La cama

Tanto las camas confortables que soportan el sueño como la recámara, espacio personal e íntimo, son relativamente nuevas en la historia del género humano. El hombre prehistórico –al igual que los animales más cercanos a éste– se reunía en grupos para mantenerse caliente por la noche, con un ojo abierto, temeroso de sus depredadores, y su habitación era la cueva más cercana o cualquier refugio natural que se encontrara a su paso. No fue sino hasta el neolítico que el hombre gozó de una comodidad similar a la de la cama.

En los relatos bíblicos podemos encontrar el uso de cojines en el piso, que proporcionaban una mayor comodidad en el descanso nocturno, aunque éstos eran más bien raros, ya que estaban reservados a los reyes y clases acomodadas. La cultura egipcia, por su parte, descubriría la ventaja de elevar una superficie por encima del piso destinada al sueño, alrededor del año 3400 a.C. El rey Tutankamon descansaba en una cama de ébano y oro, lo cual nos habla de lujo, pero no necesariamente de comodidad: las camas eran cortes de madera estrechos y no muy largos que durante el día servían como sillones. Este mismo periodo, la gente del pueblo seguía durmiendo sobre pulas de hojas de palma en algún rincón de la habitación.

Los nobles de Babilonia dormían en camas de metal con incrustaciones de joyería, las que, se creía, ejercían poderes mágicos sobre el sueño. A esta tendencia se sumarían los griegos, quienes llevaros el concepto de “confort” a un nuevo nivel, creando, además, la ropa de cama a base de pieles y telas. Las almohadas ricamente decoradas se convertirían en un símbolo de estatus. Pero el lujo verdadero en materia de camas llegaría con el Imperio Romano, generalmente decoradas con oro, plata o bronce. Para estas camas ya se incluirían colchones rellenos de carrizo, heno, lana y pieles. También es a los romanos a quienes se atribuye la invención de la cama de agua, ya que fueron ellos los primeros en desarrollar un saco relleno de líquido, el cual proporcionaba un nuevo paradigma de descanso, distinto al que las camas regulares podían brindar. (1)

A la caída de Roma, el lujo en el descanso quedaría rezagado por siglos. (2) Sin embargo, el hombre medieval redescubriría los beneficios de la cama, construyendo una especia de bastión para este fin, una estructura que protegiera a aquel que dormía de los ladrones y asesinos en sus rondas nocturnas. El caballero medieval usualmente dormía sentado solamente con almohadas, un cabezal y con la espada lista para ser usada pendiendo de uno de los postes de la cama. La cama era también escenario del parto y el lecho de muerte, por lo que constituía el punto del comienzo y fin de la vida, volviéndose, de este modo, un lugar muy personal y estrechamente vinculado a los afectos. (3)

Las camas de los nobles de la Edad Media, más allá del estamento guerrero, tenían postes y cortinas que las dotaban de una mayor intimidad, ya que eran un ámbito construido ex profeso para la pareja y, con ello, para el sexo. Así, la cama se erige como el lugar de las pasiones carnales.

Con la llegada del Renacimiento, la cama comenzó a recuperar la comodidad y la grandeza antes vistas en Roma. Inicialmente, fueron los italianos y franceses quienes fabricaron estos muebles. Las camas alcanzaron nuevos niveles de opulencia, gracias a sus tamaños inusuales, así como a las mantas de seda brocada y terciopelo; en el museo Victoria y Alberto se exhibe la cama más grande del mundo –68 personas caben en ella y sus medidas son cinco metros y medio de ancho más de tres y medio de largo.

Luis XIV era conocido como un gran fan de permanecer en cama por lapsos prolongados, por lo que, frecuentemente las reuniones de la corte se llevaban a cabo alrededor de ella. Este rey tenía 413 camas, que ponían de manifiesto su especial gusto por la ostentación y variedad en torno a dicho mueble. (4)

La cama de armazón de hierro con colchón de algodón aparece a fines del siglo XVII, creando un espacio más atractivo para el sueño y menos atractivo para los insectos, ya que hasta ese momento toda clase de pequeñas alimañas habían sido aceptadas como parte de una cama, aun en las habitaciones de la realeza.

Entre los siglos XVIII y XIX se popularizó la expresión “sleep tight” del inglés –literalmente, “dormir apretado”–, que en la actualidad tiene la connotación de “dormir tranquilo y cómodo”, (5) porque entonces los colchones se colocaban sobre sogas que los mantenían fijos a la base de la cama y que debían ser amarradas constantemente.

Hasta el siglo XOX, la recámara había sido el lugar en donde se recibía a las visitas, de modo que era un espacio casi público, la cama incluso podía estar relacionada con esta vida pública llevada a la habitación. Este mueble tenía una clara función social de ostentación que debería ser vista por el resto de la sociedad circundante; las connotaciones de intimidad y cercanía de la cama –lugar a donde no de invita sino exclusivamente a las personas con quienes se comparten vínculos afectivos– son entonces bastante modernas:

“El dormitorio se ha convertido en uno de los ámbitos más “privados” y más “íntimos” de la vida humana. Al igual que la mayor parte de las funciones corporales, también el “dormir” es algo que se ha ido relegando cada vez más, a la trastienda del trato social”. (6)

En las primeras décadas del siglo XX, los colchones de resortes cubiertos con tapiz y las fundas de cama comenzaron a cobrar importancia en el mercado, y además se introdujo el futón (7) en Norteamérica. Para 1950 aparecieron los colchones y cojines hule espuma y, diez años más tarde, reapareciera triunfalmente la cama de agua, acompañada por las camas de posiciones ajustables que invitaban a disfrutar con mayor gusto en el lecho.

Para la última década del siglo XX, la comodidad en el descanso era ya un imperativo. El 1999, la cama queen-size tendría los más altos niveles de venta en Estados Unidos, superando por primera vez a la cama matrimonial, en respuesta evidente a la evolución del hombre: con el aumento de las expectativas de vida, se aumentan también los años de duración de un matrimonio y, ¿quién, después de más de 20 años de dormir con la misma persona, no necesita su propio espacio?

La cama es un lugar tan importante en la vida cotidiana que incluso es objeto de refranes y dichos populares, como:

“En la cama y en la cárcel se conocen los amigos”

en el que la cama cobra connotaciones negativas y de enfermedad; sin embargo, dicho mueble engloba una serie de connotaciones sexuales que dan lugar a expresiones como:

“Esos zapatos, debajo de mi cama”

o el verbo encamar y sus derivados, como encamable, que describe a la persona que resulta atractiva sexualmente. De este modo podemos ver cómo la cama, al ser el escenario por excelencia de las relaciones sexuales, ya sea reproductivas o recreativas, se ha ido llenando de una carga semántica relativa a las actividades amatorias, por lo que muchas veces la relación inmediata en la mente de las personas al escuchar la palabra cama es en este sentido. (8) El mismo Kama Sutra ha sido relacionado con la cama en un fenómeno conocido como etimología popular –se cree que ambos términos están relacionados a sus etimologías–; sin embargo, Kama es el dios hindú del amor, cuyo nombre nada tiene que ver con el celto-latín camba, que da origen a la palabra cama.

Reflexionando un poco podemos asociar la historia de la cama con la evolución de la civilización: mientras más compleja se han vuelto las culturas, mucho más cómodo tenía que ser el espacio en el que –literalemente– se gestan sus “sueños de grandeza”.

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(1)Edward Lucie-Smith, Breve historia del mueble, Madrid, España del Serbal, 1993.

(2)Mary Bellis, inventora y curadora de galerías de arte electrónica, apunta en su “Historia de la cama” –disponible en www.inventors.about.com/library/inventors/blbed/html

(3)Elias Norbert, El proceso de la civilización, México: F.C., 1997.

(4)Éste y muchos otros datos similares en torno a la relación de personajes célebres con sus camas se pueden encontrar en el sitio oficial de The better sleep council, www.bettersleep.org/Mattressology/bed_in_history.asp

(5)The Oxford English Dictionary apunta que el adverbio tightly significa “apropiadamente”, “bien” o “efectivamente”.

(6)Elias Norbert, op. cit., p203.

(7)El futón es una especie de colchón de algodón que sirve ya sea para dormir o bien a manera de asiento.

2 comentarios:

Unknown dijo...

creo que este subio al top de mis blogs favoritos!!! interesante de principio a fin!

Anónimo dijo...

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