No cabe duda de que don Quijote ha cabalgado entre los lectores sufriendo o ganando con cada lectura una nueva interpretación. Él y Sancho encarnan la lucha entre las dos posturas humanas: el idealismo y realismo, es una severa crítica a la política de su época, una despedida nostálgica de la Edad Media y el enfrentamiento del individuo ante un mundo moderno y hostil.
Todo esto suena muy bien, pero no son argumentos que convenzan a los jóvenes para acercarse al Quijote. Consideré entonces que las aventuras de Quijano deben ser traducidas y fue entonces que pensé en Shrek(1) como recurso. Espero que los puristas literarios no se ofendan. La idea vino a mí al ver al verde ogro vestido con armadura. Ambos son lo opuesto al caballero andante. Uno es un ogro, villano por excelencia; el otro es un anciano, antítesis del héroe occidental.
Toda época de crisis engendra la parodia como obra de la saturación, cada época se encuentra al fin de su ruta con ilusiones por la muerte de la utopía que le dio origen.
En sus orígenes, los cuentos de hadas no estaban destinados al público infantil, sino que eran historias iniciáticas tribales, posteriormente, leyendas morales que procuraban orientar a los individuos de una sociedad. La novela de caballería surge en la Edad Media como idealización del caballero de las Cruzadas y exalta sus virtudes y heroísmo; en esta aventura, el caballero, como el príncipe del cuento folclórico, se enfrenta a un oponente representado por un ogro, un dragón, un mago malvado, entre otros. Su premio al final de la historia es la dama virtuosa. Por otra parte, el Quijote intenta ridiculizar la novela de caballería y retratar la épica de la vida real, el héroe moderno que se enfrenta a la difícil e imposible batalla de empatar la realidad con sus aspiraciones. Cervantes de burla del idealismo fantástico de las novelas de caballería, como Amadís de Gaula.
Shreak actúa de modo similar: se mofa de los cuentos infantiles, que no son otra cosa que leyendas de épocas que promueven un mundo idílico y perfecto, donde la mujer es una hermosa dama pasiva y el príncipe un gentil caballero. Es probable pensar que el cuento tradicional se encuentre en crisis, puesto que los valores que estas narraciones intentaban transmitir son obsoletos en nuestra época. El de Shrek obedece a la fábula tradicional: las acciones y personajes se estructuran tal y como señala Vladimir Propp respecto a los cuentos de hadas (2). La trama se resume en un héroe que sale de su aldea a rescatar a una princesa de las garras de un dragón. Hay un villano que se opone al compromiso del héroe y la princesa. El personaje de burro actúa como ayudante del héroe. El beso es el elemento mágico que rompe el hechizo al que la princesa está condenada y la conclusión es idéntica al final tradicional: la boda que representa un final feliz.
En el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Alonso Quijano ha enloquecido por la lectura de las novelas de caballería, por lo que decide, a sus 50 años, dar vida a aquello que lee. Desencantado, en un imperio agónico, decide ir por los caminos de la Mancha vestido como caballero, con la misión de “desfacer entuertos, salvar princesas, luchar contra dragones”, etcétera. Sancho, además de fungir como su ayudante, es su contraparte. La acción es simple: el Quijote se involucra en eventos cotidianos que pasan a ser grandes aventuras gracias a la imaginación del protagonista. Realmente no pasa nada, la realidad no se transforma: la transformación se da en la psicología de los personajes y –me atrevo a decir –en el lector.
La temporalidad se ve alterada en ambas historias. En El Quijote causa risa que la nostalgia por el pasado provoque que un viejo loco salga a la “modernidad” de entonces, con una armadura caducada, a luchar por los valores medievales. En Shrek, la carcajada viene cuando en un mundo aparentemente medieval, se entromete la modernidad: vemos el imperio Disney aparentando ser un castillo feudal, a un hada madrina cuya labor se parece a la de un cirujano plástico y un Starbucks con caracteres medievales. La realidad rebasa e invade la ficción idílica.
Tanto en la película Shrek como en el libro de Cervantes, los personajes se saben entes de ficción. En El Quijote sucede cuando se encuentra con que su historia ha sido escrita por un tal Cide Hammete Benengueli y ve que el libro se vende con éxito en una librería. En otros momentos, el mismo se asume escrito por un tal Cervantes e incluso entra a la imprenta donde el libro se produce. Nuestro verde personaje, por su parte, mira a la cámara, habla con el espectador y son sus toscas manos las que pasan las hojas del cuento que nos narra.
Los dos personajes tienen una amada por quien luchar. Ninguna de ellas cumple con el estereotipo de la princesa y mucho menos del rol model femenino que se nos ha vendido desde la Edad Media. Dulcinea es una porquera vulgar, tosca y malhumorada; Fiona, una ogra gorda y fea. Los personajes no son lo que debieran, porque intentan comunicarnos un mensaje muy importante: la verdad, la belleza y la realidad, son relativas.
(1) Shrek (2001). Dirigida por: Andrew Adamson y Vicky Jenson.
Escrita por: Ted Elliot , Terry Rossio , Joe Stillman y Roger S. H. Schulman,
en adaptacion del libro de Shrek, de William Steig.
(2) Vladimir Propp, Mofología del cuento. Mexico: Colofón, 1964